Últimamente se están oyendo voces a favor y en contra del proceso de Bolonia. Sus detractores hablan de elitismo universitario, de pérdida de nivel académico y de mercantilismo de la universidad por la empresas, entre otras lindeces, pero no se detienen en la realidad del proceso y las ventajas que tiene la construcción del Espacio Único Europeo.
El objetivo es crear la Europa del Conocimiento que se basa en un sistema universitario donde las carreras se homologan, lo que no significa que sean iguales. Esto implica que habrá una mayor movilidad de profesores, investigadores y alumnos, y en última instancia de trabajadores, algo que terminará con las trabas que actualmente se ponen en la aceptación de los títulos en otros países, puesto que con el nuevo modelo el título obtenido en un país se reconocerá en cualquiera de los otros 44 países.
Y esto en sí, con las dificultades lógicas que acarreará, es bueno, porque las oportunidades se multiplicarán para todos aquellos estudiantes con un grado, master o doctorado obtenido en cualquiera de las universidades, o bien comenzando en una y terminando en otra, lo que posibilitará la movilidad de los estudiantes sin las trabas actuales.
Estoy convencido que debemos apostar por este nuevo método de enseñanza universitaria, pues a pesar de sus detractores, el tiempo dará la razón a la bondad de este sistema que finalmente se impondrá, porque la realidad, mal que les pese a algunos, es que los aspectos positivos superan con creces a los pocos aspectos negativos que pudiera tener y que, con toda seguridad, se corregirán con el tiempo y la experiencia una vez implantado.
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