lunes, 1 de febrero de 2010

OPORTUNISMO PERPETUO

Sacar provecho político de situaciones especialmente sensibles que nos desbordan emocionalmente a las personas corrientes, y hacerlo sólo por un puñado de votos, es la especialidad de doña Esperanza. Y es que no se le escapa ni una (ocasión). Allí donde olfatea la más mínima oportunidad de sacar chicha, nuestra ínclita Presidenta de Madrid, no se arredra.

Además de otras pretensiones más prosaicas, relacionadas con el manejo y control de Caja Madrid y de todo cuanto la rodea y que la llevan, incluso, a denostar, por decirlo finamente, a sus propios compañeros, ahora pide públicamente la cadena perpetua; sin pestañear, con la misma naturalidad que nos ofreció a todos en sus declaraciones tras salir indemne de una caída en helicóptero o aquéllas otras en las nos regaló con la imagen impagable de los calcetines blancos. Y es que doña Esperanza pide ahora cadena perpetua sólo porque lo ha oído pedir en la calle; sin más filtros ideológicos ni jurídicos, sin debate intelectual ni político, sin propuestas parlamentarias.

Así es muy fácil, con la sola complicidad de un buen micrófono delante, se ahorra argumentación, justificación, fundamentación, análisis y nos mete de lleno en un debate ya superado en España. Darle a una parte del pueblo lo que pide con el dolor aún caliente por la violencia, la agresión o el asesinato de una niña inocente. Ese es el momento elegido por doña Esperanza para pedir cadena perpetua. Podría también haber pedido amputación, castración, o incluso la misma pena de muerte si en ese momento alguien a su lado lo hubiera sugerido.

Se reabre un debate ya hecho en la transición, en momentos muy difíciles en los que el terrorismo nos golpeaba duramente; momentos en que los españoles supimos mirar de frente a la realidad con la madurez y la frialdad necesaria para no dejarnos llevar por los impulsos primeros, esos que nacen de las mismas vísceras. Lo otro es lo fácil, doña Esperanza, al calor de los dramas humanos, es lo propio de los individuos y las sociedades primarias. El principio de acción-reacción. Sin pasar más filtros, ni oponer razones éticas, sin aportar propuestas de reinserción ni ofrecer formación; sin dejar una pequeña posibilidad de redención; sin mirar el génesis de ese tipo de comportamientos.

Como gente de buena fe nos preguntamos: “¿Qué aporta la cadena perpetua en la erradicación de la delincuencia? o, siendo menos ambiciosos ¿disuade de cometer delitos? Es bien sabido que en países en los que existe la cadena perpetua (y aún más, la pena de muerte) no dejan de cometerse los delitos más graves.

La sociedad debe prevenir delitos y debe también protegerse de quienes hacen daño a cualquiera de sus miembros, sobre todo a los más frágiles; pero debe, por encima de todo, cumplir la función integradora que tiene encomendada. Constatado que no lo consigue con todos los individuos, debe también asumir la parte de responsabilidad que le toca por su propio fracaso; porque las personas que cometen delitos no nacen delincuentes. Ya sabemos, porque así los demuestran los datos, que los delitos más graves van unidos casi siempre a graves deterioros de la personalidad o a situaciones de violencia, marginalidad, pobreza, consumo de sustancias tóxicas, desarraigo, inadaptación, todas ellas circunstancias sobrevenidas dentro de la propia sociedad…. ¿Cómo entonces hacer recaer únicamente en el delincuente todo el peso de la responsabilidad por su conducta delictiva? Alguna parte de la culpa tendrá que pagar la propia sociedad.

Sra. Aguirre, las gentes de bien nos dirigimos a usted y a todos aquellos que le aplauden todas las ocurrencias de última hora, para pedirle prudencia, sensatez y sobre todo un comportamiento político ético, donde los problemas que se plantean sean analizados y desmenuzados con toda su complejidad y con toda la lucidez y el sosiego de las conductas reflexivas y maduras.
Por favor, sea menos oportunista y más oportuna.

No hay comentarios: